El Gobierno oficializó este martes la salida de Eduardo Bustamante como vicecanciller y segundo del ministro de Relaciones Exteriores, Gerardo Werthein. Aunque en el Boletín Oficial se informó que Bustamante presentó su renuncia, fuentes oficiales confirmaron que fue apartado del cargo por no cumplir con las expectativas del Ejecutivo.
Bustamante, diplomático de carrera y ex cónsul en Uruguay, había sido convocado en octubre del año pasado por la entonces canciller Diana Mondino para reemplazar a Leopoldo Sahores. Su gestión atravesó diversas tensiones internas, incluyendo un sumario en su contra tras el voto de Argentina en favor del levantamiento del embargo estadounidense contra Cuba en Naciones Unidas, una decisión que generó polémica y derivó en la salida de Mondino.
Aunque Bustamante logró conservar su puesto en ese momento, su continuidad quedó en duda desde entonces. En las últimas semanas, su situación se volvió insostenible luego de que solicitara vacaciones de manera sorpresiva. Según trascendió, el diplomático “se apartó de la línea fijada” por el Gobierno y, en palabras de una fuente oficial, “no estuvo a la altura del rol que ocupaba”.
Además, desde el Ejecutivo señalaron que Bustamante “intentó implementar medidas que no estaban alineadas con la dirección del Ministerio”, y lo acusaron —con tono irónico— de haberse puesto “creativo” en decisiones sensibles para la política exterior.
Hasta el nombramiento de un reemplazo definitivo, su cargo será ocupado de forma interina por Juan Navarro, un funcionario con experiencia previa en el área internacional, que trabajó junto al exembajador en China, Sabino Vaca Narvaja.
Al momento de su designación, Bustamante fue presentado como un funcionario con trayectoria destacada dentro del Servicio Exterior. Es abogado y licenciado en Ciencia Política, y representó a la Argentina en diversas misiones diplomáticas, incluyendo Angola y Pakistán. También tuvo roles clave en negociaciones internacionales sobre seguridad, crimen organizado y terrorismo.
La salida se enmarca en una etapa de reordenamiento dentro del Palacio San Martín, con mayor alineamiento con la nueva conducción del Ministerio y con foco en reforzar el control político sobre la Cancillería.