Causa Maradona, un médico declaró que sedó a Diego por 24 horas por pedido de Agustina Cosachov y Leopoldo Luque

Su contundente testimonio reveló una serie de episodios que generan dudas sobre las decisiones médicas que se tomaron durante las últimas semanas de vida del ídolo, tras la operación por el hematoma subdural. Además, aseguró que el exfutbolista tenía un entorno “complicado” y que se opuso a una internación domiciliaria.

Esto comenzó después del 30 de octubre de 2020, el cumpleaños número 60 de Maradona, que dejó una imagen impactante: se lo vio caminar tambaleante en la cancha de Gimnasia, sin fuerzas ni lucidez.

Por esta situación, su entorno médico -entre ellos, la psiquiatra Agustina Cosachov y el neurocirujano Leopoldo Luque- propuso llevarlo a hacerse un chequeo. Así fue como ingresó en la clínica Ipensa, en La Plata.

Allí le detectaron el hematoma subdural, pero los profesionales del centro no consideraron necesario operarlo de urgencia. Preferían estabilizarlo clínicamente primero. Pero Luque no estuvo de acuerdo. Según relataron varios testigos en el juicio, él insistió en trasladarlo a un centro más preparado, y así llegó a la Clínica Olivos.

Finalmente, otros médicos llevaron adelante la cirugía. No lo operó Luque, ya que la familia se opuso. Después de la intervención, Diego quedó internado alrededor de una semana. Pero el clima era insostenible, ya que había una pandemia, el paciente estaba irritable, privado de alcohol en medio de un consumo problemático, con un entorno difícil de manejar.

“Era complejo examinarlo, había demasiada gente en su habitación”, afirmó ante los jueces Villarejo. Según su relato, el neurocirujano Leopoldo Luque solía ingresar “siempre” junto a la psiquiatra Agustina Cosachov.

“La clínica no era el lugar para mantenerlo sedado por tiempo indeterminado”, declaró Villarejo, quien aseguró que tanto Luque como Cosachov le pidieron reiteradamente que lo durmieran durante varios días para calmarlo. El objetivo no era solo facilitar el posoperatorio, sino controlar su compulsión y su estado emocional alterado. “Diego es inmanejable”, le dijeron, para justificar su pedido.

En medio de esas tensiones, se tomó la decisión de colocarle un catéter venoso, aunque él no permitía que lo tocaran, y permaneció sedado durante 24 horas. También se evaluó colocarle una sonda para su nutrición, pero los profesionales coincidieron en que esa situación no podía sostenerse a largo plazo.

La Clínica Olivos, en ese entonces, se oponía a la idea de una internación domiciliaria. Recomendaban derivarlo a otro centro especializado.

Villarejo fue claro al declarar que se opuso a muchas de esas decisiones y dejó asentado todo en la historia clínica. También aseguró que no existían las condiciones para un tratamiento adecuado fuera de un centro médico. Pero, finalmente, a Diego lo llevaron a una casa en Tigre sin aparatología adecuada.

“Diego parecía tener un cuadro psiquiátrico agudo. Las hijas, por desconocimiento o porque confiaban en Luque, dejaron que hicieran lo que para ellos era necesario”, concluyó Villarejo.

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