Alejandra “Locomotora” Oliveras no fue solo una campeona mundial de boxeo. Fue una sobreviviente. Una mujer que enfrentó la pobreza, la violencia, el abandono y el prejuicio, y que, a fuerza de coraje y puños, escribió una de las historias más impactantes del deporte argentino.
Nacida en El Carmen, Jujuy, el 20 de marzo de 1978, creció en condiciones de extrema vulnerabilidad. A los 14 años fue mamá por primera vez. Su infancia estuvo marcada por el maltrato, la falta de oportunidades y un contexto social que pocas veces perdona a las mujeres pobres.
“Yo dormía en un cartón y me tapaba con un diario. Me decían que no servía para nada, que no iba a llegar a ningún lado. Pero me levanté”, contó alguna vez en una entrevista.
Durante años sufrió violencia de género por parte de su expareja. Llegó a escaparse con sus hijos para salvarse de los golpes y reconstruir su vida. Y lo hizo. Se instaló en Córdoba, trabajó de lo que pudo, y un día, a los 27 años, subió por primera vez a un ring.
Lo que parecía imposible se volvió historia: Alejandra se convirtió en campeona mundial en cinco categorías distintas, ganó seis títulos y dejó un récord de 33 victorias (16 por KO), tres derrotas y dos empates. Fue la única boxeadora argentina en lograrlo.
Pero lo más fuerte llegó después: con su popularidad, fundó el Team Locomotora, un grupo de ayuda social que ofrecía entrenamiento gratuito para chicos y chicas en situación de calle, en comedores y en barrios marginados de Santa Fe. Siempre con un mensaje: “Vos podés. Si yo pude, vos también”.
El 14 de julio de 2025, sufrió un ACV mientras estaba en su casa en Santo Tomé. Estuvo internada durante dos semanas en estado crítico, hasta que falleció el 28 de julio por una embolia pulmonar. Tenía 47 años.
La noticia sacudió al deporte argentino, pero sobre todo a quienes conocían su historia. Porque la Locomotora no era solo una boxeadora: era una luchadora de la vida. Una mujer que nunca bajó los brazos.