Nada más argentino que el magiclick, su creador fue el premiado diseñador industrial Hugo Kogan, reconocido por haber creado objetos para el hogar que murió a los 88 años. Su influencia en el diseño se extendió al plano internacional con la creación de decenas de objetos de todo tipo para el hogar.
Nacido el 12 de junio de 1934 en Buenos Aires, a lo largo de más de 50 años de trayectoria creó pequeños y grandes electrodomésticos, equipos de electrónica, máquinas textiles industriales y familiares, entre otros objetos.
«Con tristeza despedimos al diseñador Hugo Kogan (1934-2023), quien dedicó su vida a jerarquizar la industria nacional: diseñó televisores, radios, linternas, equipamiento médico y hasta inventó el icónico Magiclick, aliado de los hogares y emblema de nuestro patrimonio afectivo», lo despidió el Museo Malba.
El Fondo Nacional de las Artes también se hizo eco de la noticia: «Despedimos con profundo pesar a Hugo Kogan, referente muy destacado y muy querido del Diseño argentino y Premio Trayectoria FNA 2018».
Siempre le gustó la escultura y el dibujo, y por un hecho fortuito, la quiebra de la fábrica de juguetes de madera de su padre, cambió el arte por la arquitectura.
Cursó dos años y luego se hizo técnico mecánico. De allí provienen sus conocimientos sobre materiales y procesos y tecnologías.
Ya en 1955 trabajaba en la oficina de diseño de Philips. De ahí pasó a Tonomac y de ahí a Aurora Grundig, para la que creó el célebre Magiclick en 1963. Según un estudio de mercado, el primer mes se iban a vender cinco mil unidades, pero el boom fue tal que recibieron pedidos por 80 mil.
En una entrevista de 2008, Kogan confesó que una de las grandes alegrías de su vida fue enterarse de que lo que hacía tenía un nombre. Y todavía le pasa, no sabe por dónde empezar cada vez que trata de explicarle a alguien de qué va lo suyo: “Necesitaría seis o siete horas”, se ríe.
El éxito fue tan grande que la empresa llegó a abrir plantas en Brasil y en España. Si bien en la historia que contó hace años en un reportaje dice que se arrepiente de no haber firmado un contrato por regalías, reconoce que fue el dueño de Aurora el que llegó de Japón “con un artefacto inédito para nosotros, el piezoeléctrico, una pieza que si uno presionaba en un extremo disparaba una chispa. Jugando con él, apareció la idea de hacerlo como un artefacto manual, de uso popular. Lo diseñé, se desarrolló”.